Poncho Zuleta: sobredimensionando a un oportunista

Antes de cualquier consideración a priori en la que se nos estigmatice de ser sectarios o de no entender que en política lo importante es sumar y multiplicar y no restar ni dividir, debemos dejar sentado que no nos oponemos a que todo el que quiera sumar electoralmente en el propósito de cambiar al país llegue, eso sí y como se acostumbra en los colegios, con una especie de matrícula condicional y sin otorgarles, antes que a los que lo han sufrido y se lo han ganado, tiquete de primera clase.

El anuncio en tarima de Poncho Zuleta, quién sabe bajo los efectos de cuanta cantidad de alcohol, no debería ser asumido como si Dios mismo hubiese concedido la bendición definitiva a Gustavo Petro para ser presidente de Colombia o como si un cantante vallenato gozara per se del poder para ser considerado un referente y un movilizador de los electores en el país.

No es entonces el anuncio de un demostrado beodo y misógino, que envalentonado y protegido por el uribismo lanzaba abiertamente y bajo el sonido de ráfagas de fusiles vivas al paramilitarismo asesino de muchísima gente valiosa en este país, el que debería llevar a los miembros de la Colombia Humana, bajo una especie de sensación de éxtasis desbordado, a perder la cabeza y a una euforia inusitada.

Poncho Zuleta y su «respaldo» a Petro deben ser tomados en sus exactas dimensiones y no como la declaración del máximo exponente de «la cultura de verdad», porque no lo es. Lo que si demuestra su saludo es que Zuleta si es uno de los grandes exponentes de varios de los grandes y graves males que afectan y de manera seria al país: oportunismo, arribismo, esnobismo o, como lo llaman en Barranquilla, espantajopismo.

Lo de Zuleta no es dialéctico ni creemos remotamente que corresponda a una posición filosófica o ideológica y mucho menos política. Su repentino deseo de congraciarse no corresponde a una admiración genuina sino al miedo que experimentan todos aquellos a los que desde la cultura traqueta se les ha acostumbrado a pensar que la mejor manera de garantizar impunidad y privilegios es la adulación a quienes ellos visualizan como capos o personas con posiciones de poder.

No es aconsejable entonces hacer redoblar campanas frente a quien con la misma velocidad que envía un saludo es capaz, bajo la presión mafiosa, de retractarse públicamente y hacer aparecer a más de uno, de los que lamentablemente aún se guían más por la emoción que por la razón, como analfabetos funcionales y emocionales. La declaración de Zuleta en tarima debe ser asumida por tanto con escepticismo y con muchísimo beneficio de inventario.

Por lo pronto Poncho gana más que cualquier otro. Ha logrado la publicidad gratuita que hacía mucho tiempo no obtenía y de paso despojarse momentáneamente de su bien ganada reputación de villano. Hasta el propio Gustavo Petro, que rarísima vez se toma unos segundos para contestar por twitter un saludo o una reflexión de alguno de sus anónimos seguidores le comparte ya le respondió su saludo.

Ojalá toda esa inmerecida atención a Zuleta, parodiando la canción “Los Maestros” de Hernando Marín, que interpreta el hoy cuestionado personaje, se le concediera por ejemplo a aquellos a los que permanente y reiteradamente les llueven flores, o más bien mierda, en términos de García Márquez, proveniente de las gallinas que por siglos han defecado, perdón, gobernado el país.