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Uribe: el pirómano de twitter que dirige fusiles contra indígenas y ciudadanía de Cali

De nuevo las órdenes genocidas fueron acatadas al pie de la letra. Twitter le creyó a Uribe Vélez que había sido un error inintencionado el estigmatizar y colocar bajo la mira al Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) al «confundir» su bandera roja y verde, en un automóvil, con la rojinegra del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Eran las 9:26 AM del 5 de mayo de 2021 cuando desde su cuenta que twitter Uribe lanzó una directriz velada a policías, militares y «civiles» armados (paramilitares) para que estos entendieran que los indígenas habían sido marcados como blanco legítimo u objetivo militar estratégico en función de quebrar la moral de los ciudadanos de Cali que no residen ni cuentan con los privilegios de la élite racista, violenta y excluyente del Sur

Y aunque, quizás advertido o conocedor de lo que sobrevendría en Cali, en términos de violencia para los indígenas integrantes de la Minga, Uribe intentó mostrar su trino como una equivocación que,  exculpándose, atribuyó según sus propias palabras a «algunos de mis ayudantes»,  todo su odio ya había sido dirigido y el daño era irreversible como lo constataron los ataques a bala de los que fueron objeto los pueblos originarios del Cauca en los días subsiguientes.

Poco antes, esta especie de personaje siniestro trazador de la violencia y de la muerte había ya direccionado otros lineamientos violentos a través de Twitter que se cumplieron al pie de la letra, como cuando por ejemplo el 30 de abril a las 8:51 AM instigó a policías y soldados a «utilizar sus armas» de lo que a la ligera catalogó como «acción criminal del terrorismo vandálico». La respuesta obediente a esta especie de licencia para matar no se hizo esperar y aún hoy no se detiene.

La incitación a la respuesta violenta que hoy desde todo el mundo y desde organizaciones de Derechos Humanos se cuestiona y condena se reiteró cuando de nuevo bajo la complicidad de Twitter el 3 de mayo a las 11:06 AM Uribe equiparó la legítima protesta social con lo que él denominó «terrorismo más grande de lo imaginado» y orientó que había que «Resistir Revolución Molecular Disipada», lo que equivale a una criminalizando de la protesta y a un llamado a combatir piedras con los fusiles de unas Fuerzas Armadas a las que llamó a «fortalecer» para no «anular su accionar legítimo».

No contento con azuzar a policías y militares y buscando escalar el conflicto y enfrentar a civiles protestantes contra «civiles» armados, el mismo 3 de mayo pero a las 8:11 de la noche Uribe volvió a trinar «advirtiendo», antes de que efectivamente ocurriera, que entre residentes del exclusivo sector de Ciudad Jardín podrían presentarse una reorganización paramilitar, cuando habló de «Reacciones armadas… por hechos vandálicos y por bloqueos de movilizaciones… que puede generalizar la acción privada… que Colombia había superado con el desmonte paramilitar»

En ese mismo día (3 de mayo), pero un poco más tarde (9:12 PM) el expresidiario Uribe volvió a insistir en el tema de los «civiles armados», señalando que la «criminalidad no puede derrotar a nuestras instituciones ni destruir a nuestro sector privado» y arengando a la «cooperación… efectiva de ciudadanía sin armas con las Fuerzas Armadas institucionales.»

Casi que de manera automática, o más bien concertada, la comunidad del barrio al que aludió Uribe hizo una manifestación resguardada por la policía en inmediaciones de la Universidad del Valle, donde amenazaron con quemar el claustro de formación superior (1); una de las damas de la alta sociedad agredió a una estudiante que la filmaba con un palo de Golf sin que la policía interviniera ni la capturara (2) y dónde un presunto edil del Centro Democrático de nombre Carlos Andrés Betancourt amenazó con 25 mil armas, amenaza que se ha concretado en las últimas horas con disparos efectuados por civiles desde carros de alta gama contra los integrantes de la Minga demostrando que los ricos también matan.

A pesar de la presionada disculpa que Uribe debió ofrecer al CRIC, en la noche de ese mismo 5 de mayo (9:32 PM) volvió a demandar «autoridad contra los violentos» (realmente autoritarismo) llamando a no confundir «protesta social legítima con vándalo-terrorismo», lo que volvió a dejar en evidencia su intencionalidad macabra de colocar una lápida sobre los manifestantes, habida cuenta las características radicales, fanáticas y violentas de quienes se identifican con la opción política guerrerista y violenta del Centro Democrático.

Pero como a si toda su narrativa violenta e incendiaria no le hubiesen bastado los ataques contra los indígenas perpetrados en la noche del sábado y antes le hubiese disgustado la respuesta pacífica y efectiva de la Guardia capturando a los responsables, Uribe este domingo 9 de mayo volvió a la carga con mayores niveles de beligerancia e intolerancia cuando a las 6:42 AM y tras episodios donde en video se ve a civiles atacando a los indígenas a bala con la complicidad y protección de policías, justificó la violencia paramilitar trinando sobre el «derecho de los colombianos a vivir sin bloqueos y sin violencia» como «no…  negociable» y solo conquistable con mayores dosis de «AUTORIDAD» administrada a través de las balas.

Y como para despejar dudas de que sus trinos se refieren o van dirigidos específicamente contra integrantes de la comunidad indígena del Cauca, el mismo 9 de mayo sobre las 11:07 AM Uribe trinó que «cualquier persona puede ir a Cali; pero es inadmisible que lleguen a promover violencia, saqueos y bloqueos que afectan la salud, a los ciudadanos y a sus bienes…» en clara alusión e invitación a expulsar por cualquier miedo o miedo, vivos o muertos, a los indígenas caucanos.

Dentro de su apología a la violencia ejercida contra población especialmente protegida y como justificante para la misma,  a las 3:05 de nuevo volvió a arremeter colocando a los victimarios de armas automáticas como víctimas, sin serlo, al mentir y señalar que “ciudadanos (que) se oponen a bloqueos, son golpeados y atacados con armas cortopunzantes y de fuego por violentos», y solicitando a los hombres armados bajo su mando que «desmonten bloqueos…».

La prueba reina del malintencionado y criminal ensañamiento de Uribe Vélez y de sus hombres contra las comunidades indígenas está dado, además por dos videos compartidos este domingo desde su trinchera de Twitter, uno de los cuales, el de las 5:13 PM, señala a los indígenas de «bandoleros que han llegado a reforzar el vandalismo interno» y sobre los que demanda ejercer, una vez más «autoridad» (autoritarismo).

Dos horas después (7:15 PM) Uribe, único responsable de los ataques y muertes que se produzcan entre los indígenas a manos de policías, ejército y sus civiles ricos armados (paramilitares), quienes expresan a la perfección sus tesis aporofóbicas y de odio de la clase pudiente hacia los parias de la sociedad,  volvió a trinar para infundir o inocular más odio hacia quienes despectiva y racistamente tildó de «hordas de terroristas que han invadido la ciudad (Cali)»

Una recopilación de videos muestra las acciones armadas de la élite caleña, indetectable como los paramilitares, para unas autoridades a las que no les interesa individualizarlos y ponerlos a disposición de la justicia

Medios, comunicadores y mentiras

A la protesta social se le ha dado tratamiento de guerra por parte del paraestablecimiento y en toda guerra la primera víctima siempre es la verdad. Por eso el general Zapateiro en el discurso a sus tropas en una cancha en Cali, sin pudor alguno señalaba, que a pesar de estar el aeropuerto Bonilla Aragón cerrado para vuelos comerciales, iba a poner un avión para llevar a su desigual y cobarde «campo de operaciones» a periodistas de RCN y CARACOL y que estos “transmitieran”, pero a su acomodo, su «heroica» gesta.

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Uribe el «PARAnoico» y su «revolución molecular disipada»

Psiquiátricamente resulta un tanto complejo caracterizar a Uribe. Por momentos pareciera padecer una especie de disociación psicótica que lo hace perder contacto con la realidad y en otros momentos adopta comportamientos propios de una suerte de paranoia,  en las que son prevalentes ideas absurdas y obsesivas y temores infundados y sin sustento en el mundo real.

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