El paro por decreto

received_560104554547618.jpegVeintitrés (23) días de Paro, los objetivos alcanzados no han sido muchos, acaso la objeción del Artículo 44 del Presupuesto General de la Nación, los trece puntos del pliego de exigencias siguen siendo inobservados por parte de quienes detentan el poder en Colombia. 

La mesa que está en conversaciones con el presidente Iván Duque aún no ha podido ni siquiera tener un nombre, mientras que el Comité Nacional de Paro propone que sea una mesa de negociación, el Gobierno Nacional aconseja una “mesa de trabajo”, hasta el día de hoy ni se negocia ni se trabaja.

La falta de discusión, de dirección política y articulación entre los distintos sectores ha desencadenado en un paro, con excepción de Bogotá, caótico y sin horizonte claro.

Las condiciones objetivas de desocupación laboral, informalidad, aumento de los costos de vida, etc., acompañadas de las iniciativas legislativas por parte del ejecutivo, denominadas ‘el paquetazo de Duque’, son un verdadero ataque a la Colombia más pobre.

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Entre tales iniciativas gubernamentales se encuentran la reforma tributaria (ley de crecimiento económico) que exonera de responsabilidad tributaria a las grandes empresas en sumas que llegan a los 9 billones de pesos; la reforma laboral que pretendía contratar por horas y reducir el salario mínimo a un 75% para jóvenes menores de 25 años; el holding financiero decretado por Duque en medio del descontento (el cual se constituye en una privatización encubierta de las empresas estatales vinculadas al sector financiero)y la reforma pensional que busca convertir a Colpensiones en un fondo privado.

Todo ello, debería crear un panorama idóneo de agitación y propaganda que tenga como objetivo la unidad del movimiento obrero, campesino, estudiantil y de aquellos sectores que se verán golpeados con la aprobación de estas reformas en torno a una única plataforma de lucha.

Sin embargo en éste escenario las fuerzas vivas y activas de la clase trabajadora se quedan huérfanas en su autonomía, mientras los sindicatos de oficio y los partidos políticos representantes de ésta clase no logran comprender el papel y la responsabilidad que deben cumplir en el direccionamiento de las masas que se movilizan con entusiasmo y energía, que no obstante, ante la falta de un programa, de propaganda y educación, se van desmovilizando y perdiendo el entusiasmo y la energía, al no encontrar soluciones a sus necesidades más urgentes.

¿Cómo dominar las inmensas fuerzas desencadenadas por la movilización?

La dominación efectiva de todas las fuerzas desencadenadas dependerá de la capacidad política y educativa de los elementos mejores y más preparados de los sectores sociales que han salido a manifestar su descontento en las calles de las grandes ciudades. De darle forma y disciplina permanente a las energías desordenadas, a través de un programa construido y estructurado por ellos mismos.

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Hay que alimentar la acción con procesos de discusión política, de propaganda y difusión de las reivindicaciones obreras, estudiantiles, profesorales, y de todos aquellos sectores deprimidos y marginados producto de las políticas económicas neoliberales implementadas desde comienzos de siglo.

Mientras en Bogotá, las organizaciones y personas no organizadas realizan plantones en las inmediaciones del edificio en el que se estaba discutiendo el aumento del Salario Mínimo Legal Vigente 2020, y al siguiente día expresan su rechazo en la Plaza de Bolívar a la muy segura aprobación de la Reforma Tributaria por parte del Congreso de la República, los sindicatos regionales y municipales, parecieran estar esperando que la CUT y FECODE decreten una jornada de paro de 24 o 48 horas para convocar a sus asociados que, digámoslo claro, poco sentido de la responsabilidad tienen al no ser capaces de entender y dimensionar el papel de los sindicatos en el marco de una disputa tan exigente como la actual, además de la relación con las masas.

Ello ha provocado que la clase obrera en su orfandad desconfíe del discurso sindical al no contemplarlo como emanación de las condiciones materiales por las cuales atraviesa y se desenvuelve.

¿Cómo soldar el presente con el porvenir, satisfaciendo las necesidades urgentes del presente y trabajando útilmente para crear y anticipar el porvenir?

Hay un país nuevo, potencialmente hablando, pero que aún no conoce otro mundo que el existente y le es inconcebible uno distinto, y cada vez es más notable la contradicción entre los sectores que conforman ese nuevo país y el mundo que les corresponde vivir.

En la medida que se piensa y realiza el nuevo mundo, es necesario infundir vida nueva y energía en los espacios que van surgiendo democráticamente. No obstante, la realización del nuevo mundo tardará años, ante la timidez de la nueva formación social y económica, y la resistencia a perecer perpetrada por los representantes del viejo y moribundo mundo.

Este período tendrá que ser de enérgica construcción. En miras al 2022, la lucha debe agudizarse, transitar de la confrontación espontánea a la disputa por el poder político con un programa común; he aquí la importancia de los propagandistas y agitadores que divulguen las propuestas generales de una candidatura alternativa.

Con el fortalecimiento de la democracia popular y obrera, no liberal burguesa, podremos ir tejiendo el porvenir como una idea-movimiento que vive en el presente.

La invitación es a no retroceder, a seguir resistiendo. Y, sobre todo, a darle forma orgánica al proceso de movilización y descontento actual, es decir, dándole valor histórico real a través de una prolongación en el tiempo más allá de lo que pueda alcanzarse en el presente inmediato.

¡A parar para avanzar, viva el Paro Nacional!

Dabeiba: Nuevas fosas comunes en el reinado del ‘señor de las sombras’

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Hay quienes con sus manos untadas de tierra siembran hortalizas, verduras, frutas, legumbres y su trabajo no es suficientemente valorado. De hecho, son muchas veces menospreciados, víctimas de despojo, de desplazamiento, de muerte y de la cruenta guerra que ha vivido Colombia y que los ha privado de sus tierras para engrosar las propiedades y el número de hectáreas de sus verdugos. A ellos nuestro homenaje.

Hay otros que con sus manos sucias de sangre siembran cuerpos inocentes de quienes no tuvieron iguales oportunidades en la vida y su trabajo repugnante si es valorado. De hecho, son muchas veces elogiados como héroes y algunos hasta alcanzan los más altos cargos de honor a los que pueda aspirar un ciudadano en nuestro país. A ellos nuestro repudio.

Son las cosas que ocurren en una sociedad con los valores invertidos como Colombia. Los que contribuyen con la vida son perseguidos y los que contribuyen con el horror y la muerte son venerados y exaltados reforzando y/o exacerbando su capacidad de escalar y continuar haciendo daño.

El horror que ha salido a la luz pública con el descubrimiento de una nueva fosa común en Antioquía, gracias a la labor de la Jurisdicción Especial para la Paz, no tiene nombre. Sin embargo, no genera todo el repudio que debería hacia sus causantes en virtud de que una parte importante de la sociedad colombiana ha sido inmunizada contra el crimen y aún miran a los criminales como salvadores.

Se ha perdido la empatía hacia las víctimas. Las que perecieron y las que aún muertas caminan en vida. Y es que detrás de cada inocente que fue reclutado con mentiras para ser alejado de su entorno familiar bajo promesas de trabajo y luego uniformado y asesinado, hay cientos y miles de familias que también fueron asesinads en vida y que viven en la tristeza y la incertidumbre de no saber dónde están sus seres amados y cómo y por qué fueron asesinados.

«Falsos positivos» es un eufemismo maldito acuñado por los asesinos y los medios a su servicio para minimizar la magnitud de sus crimenes que incluyen desaparición forzada y asesinato cobarde de seres humanos en condición de absoluta indefensión, con propósitos tan ruines como la obtención de recompensas (permisos, dinero, ascensos) o desfigurar la realidad encumbrando a auténticos psicópatas y monstruos despreciables como héroes y salvadores nacionales.

Tal es la inversión de valores que se ha gestado, que contraria a toda lógica. La política de la muerte, que se fundamenta en el odio, la venganza y la corrupción, es decir, en todo aquello que representa lo opuesto o contrario a las enseñanzas y doctrina de Cristo, en Colombia es respaldado por los «pastores cristianos» y sus rebaños engañados. La sal en Colombia también se corrompió. Se envileció. El amor se enfrió.

La película «Silencio en el Paraíso» ilustra perfectamente esta temática (Ver)